Belleza y elegancia, son dos cualidades que son necesaria para un buen monumento y en este caso nuestro amigo el arquitecto Andrés de Vandelvira supo conjugarla de forma que una vez Vandelvira renuncia a la abultada decoración escultórica en favor de la decoración con elementos arquitectónicos que no tiene nada que envidiar a una buena escultura como la de sus dos tenantes que custodian la puerta aguantando y mostrando los blasones de los propietarios que fundaron el palacio.
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